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DE LA PASIÓN AL CONOCIMIENTO

  • Foto del escritor: Javier Bolaños
    Javier Bolaños
  • 21 feb 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 22 feb 2022



Podía haber sido en cualquier otro lugar, pero fue aquí donde nació el que fue un referente, para al menos dos generaciones de personas, que crecimos respetando y amando la naturaleza.


Me pregunto al observar este lugar, rebosante de vida, de entornos naturales, de aves, alimañas y de otras especies, cómo no iba a crecer Félix Rodríguez de la Fuente alimentándose de esa pasión con la que quizás ya nació, y que él solamente dejó, sin saberlo, y con el acompañamiento de su padre, que se desarrollara en su interior y que creciera día tras día.

Al pasear por las calles de Poza de la sal, a 43 kms de Burgos, observo jugar a los niños donde un día quizá correteaba ese pequeño Félix. El pequeño patio inclinado a la puerta de su casa natal. La hoy llamada plaza vieja, donde se muestra parte de su gran legado. El Castillo de los Rojas, desde donde podría estudiar las aves de más altos vuelos. Observar la técnica con la que se extraía la sal muera.



Todo un mundo que, sin lugar a dudas, caló en ese pequeño, e influyó en el hombre en que se convertiría años después y uno de los mayores "influencers" de su tiempo. En todo ello mucho tuvo que ver su padre, Samuel, que no era partidario de una escolarización demasiado temprana y se ocupó él mismo de educar a sus hijos en casa, lo que hizo que las incursiones de Félix en el medio natural fueran continuas hasta los diez años, siendo marcado por una naturaleza virgen apenas hollada por el hombre.


Con todo ello me pregunto, ¿no lo llevamos haciendo del revés durante muchos años en el sistema educativo?

Yo imagino al pequeño Félix observando las aves que iban y venían, preguntándose qué ruta seguirían, sus corrientes... (que despertaría su interés por la geografía y meteorología), curioseando con lo que comerían y cómo eso les nutría (biología y fisiología animal). Preguntándose con qué frecuencia comían, viajaban, ponían huevos, en qué lugares los ponían, con qué temperatura media… (Matemáticas y estadística). El estudio de sus hábitos (psicología del comportamiento animal), e innumerables cuestiones que alimentaban su pasión interior y, por ende, su interés por las materias relacionadas. ¿No es este talento y pasión un indicativo de todo lo que se creó y por qué, alrededor de la vida del pequeño Félix? Creo que es comenzar por el final, querer que los niños aprendan matemáticas, ciencias, geografía,… desconectadas de su propia motivación, de su pasión, de aquello con lo que nacen, descubren y, si hay suerte, desarrollan y dejan que se desarrolle. ¿No es claramente el mejor camino para que todo este conocimiento y pasión crezca dentro de ellos y que, posteriormente se manifieste fuera? ¡Cuánta riqueza nos aportó con esa manifestación nuestro ausente y recordado Félix!

El sistema educativo ya está cambiando, aunque lentamente, en aras de conseguir este desarrollo desde la individualidad y talento de cada persona. Va despacio, pero lo que va, lo hace gracias a docentes apasionados por lo que hacen, con el interés común de aportar lo que cada niño y niña requiere para encontrar su camino. Porque en realidad, no existe otro camino que ese, el suyo propio. Así nos ahorraríamos y les ahorraríamos años de caminos equivocados, de pasiones que no son suyas, de satisfacer deseos ajenos, de malos tragos y de elecciones de caminos demorados.


Entiendo que muchas veces no se sabe por dónde empezar ni cómo hacerlo, pero eso es exactamente lo que realmente les exigimos a ellos, APRENDER.


Francisco Javier Bolaños



 
 
 

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